TRES DE LA TARDE
Te
pido por favor que me leas, no por interés mío sino por el tuyo,
sólo te voy a decir cosas de tu pueblo, te habla un emigrante.
Lo
que espero es que te prepares para no irte y si te tienes que ir, que
vayas preparado. Dispuesto, con la cabeza alta, orgulloso de tu
sencillez, con una cultura para que nadie pueda hacerte de menos por
tu procedencia.
Ahí
está una carrera terminada pero sin prácticas necesarias para el
desarrollo intelectual de lo aprendido; pero yo, tú, tengo el valor
suficiente para afrontar lo que haga falta, para hablarle a la vida
de frente y convencido del éxito, aunque sea poco a poco.
Emigrante,
andaluz, pasión por la tierra, profundo desprecio por cómo me
trataba, cinco años de pubertad con un buen maestro pero sólo de
observación, nadie se permitió dar un consejo. Y así llegó un
año, de mediados del siglo XX, acompañando a multitud de andaluces
con la expresión de alegría pero con el alma llena de pena y
desconsuelo por lo que te dejas atrás.
Ahora
he vuelto, como volvemos la mayoría, a empaparnos de ambiente, de
conversaciones, posiblemente sin importancia, sentados en una silla
en la puerta de un café, nada más que ver pasar a la gente; que más
da, ¡pero que tranquilidad!.
Hay
una hora, para mí, mágica, las tres de la tarde... y el sitio donde
está la fuente de los caballos, el paseo a la espalda, y al frente
toda la calle, no sé porqué, la sensación que recibo, si es
posible, la alegre soledad.
No
hay nadie, ni un alma, pero está llena de colores y de cantos
celestiales, o así me lo parece.
Vivir
esos momentos pueden dar razón para deleitarse, con esa soledad
rodeada de pueblo acabado de pintar por un maestro artista del
pincel.
Comentarios
Publicar un comentario