EL CANTE FLAMENCO


Tenemos en Andalucía una forma de expresar nuestros sentimientos, que el que tiene la suerte de sentir a fondo el modo de decir públicamente, las penas, alegrías, amores vividos, amores pasados y sinsabores del paso por la vida; a través de la existencia penosa o alegre, lo echa al aire en sus cantes.

Cante flamenco, aprendido de antepasados de siglos, pues allá por el siglo XIX, se cree que a principios, había arrieros que al paso cansino de los animales cantaban sus avatares, y una vez llegaban al descanso, en ventas que encontraban en el camino, entre copa y copa, alguno se arrancaba dándole vida a sus pensamientos con esa forma de expresión genuina que empezábamos a tener en Andalucía.

Se fue transmitiendo al pueblo, al campo, donde a compás del trabajo de animales el esfuerzo se alegraba con un cante. Tanto se extendió que llegó a hombres de letra que escribieron versos y facilitó a los cantaores que se hicieron profesionales en tablaos y teatrillos de calle.

Pasamos al cante sentido, cante de verdad, personas que ponían en su garganta penas y alegrías que dichas a viva voz, contagiaba a los asistentes de tal forma que levantaban ánimos decaídos.

Al cante le acompañó la guitarra, el baile y los tres juntos han llegado a nuestros días y se han convertido en historia.

Recordamos esos años de 1930 en adelante, los aficionados nombramos ídolos, que fueron los que, a mi corto entendimiento, fue la época donde se cantó mejor. Es lógico porque empezaron las grabaciones en distintas formas: discos de pizarra, y poco después vino el vinilo. Fue cuando se formaron también compañías de artistas que recorrían pueblos y ciudades lanzando al aire la esencia de coplas y bailes y aunque, en menor medida, empezaron a difundir el cante “jondo”, ahí fue donde se dieron a conocer los grandes cantaores de flamenco.

Hombres y mujeres que dentro de ellos llevaban la esencia del cante con el que expresaban sus alegrías y penas.

Así llegó al pueblo y salió de tabernas y juergas de señoritos que pagaban por ser divertidos por los pobres artistas que por unas pesetillas y unas copitas de vino repartían su arte.

Los más conocidos de la época y que nos dejaron huella, están Pepe Marchena, Antonio Mairena, Chocolate, Fosforito, José Menese, El Lebrijano, Pepe Pinto, Juanito Valderrama.



Esencia en su arte. Todos tienen grandeza, pero...Agujetas padre, hijo y nieto. Niña de los peines, su hermano
Tomás Pavón, Manolo Caracol, etc.




¡Qué cosas decían en sus cantes!

Ven pasajero, dobla tu rodilla que la Semana Santa de Sevilla estrena lágrimas de verdad la Macarena, por la muerte de José.” ¡Cómo lo canta Marchena cuando dice “Canto a Sevilla” ! ¡Sevilla, luna gentil de primavera!
¡Qué arte!

Luego dice: “¡Estábamos Paco Gil, Pedro el de Puente Genil, el Niño Sabio de Lora!
Y dice Paco Toronjo gran artista de pueblo:
En cada fandango un verso, cada verso una sentencia.”
¡Qué sabiduría!

Andalucía de arte, que lo viven porque lo da la tierra.
Dicen unas sevillanas:

Soy andaluz compañero
y tienes que comprender
que mis costumbres son esas
y no las quiero perder.”

“Costumbres”, son raíces. El árbol injertado, saca su fruto soso con un dulzor difícil de paladear.
El andaluz con arte sale de su comarca y no deja que sus formas se pierdan. Trata con gentes de otras costumbres pero alegre y muy contento, siempre con esa gracia innata que la lleva de la cuna, es genuino; nadie podrá con sus formas.

¡Y una mujer!¡Cómo presume de sus hechuras! ¡Cómo lleva la mantilla una mujer andaluza! La peineta es una corona, reina representativa que con la mantilla y el clavel al pecho, su hermosura reluce en la fiesta, en la procesión, DONDE SE PRESENTE, ANDALUCÍA ANDA CON ELLA.

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