Bajo la Zorrera
Sentado en un viejo tronco, arrastrado por la corriente del río y acopiado en una alameda de álamos blancos. Bajo su sombra; con mi mochila, mi bastón de campo, mi sombrero de paja y un suelo de arena fina. Envuelto por el silencio y la tranquilidad del sotobosque. Una pareja de tórtolas posaban en sus ramas y se arrullaban con sus picos. Unos ruiseñores cantaban y un viento suave hacía bailar las copas. Recuerdo la vereda estrecha, que bajaba a La Zorrera, cortando la pared de margas blancas. Un caminito escavado, paso a paso, por el hombre para cruzar el río.
Unas piedras en su cauce, acortando el camino. Hoy, las aguas corren transparentes. Las algas se balancean en el fondo como una culebra y el cañaveral me saluda, como banderas al cielo.
Bajo la Zorrera las adelfas, las salicarias y el poleo silvestre nos envuelven con sus olores y aromas. Juncos y eneas forman parte del entorno y los pajarillos beben desconfiados mirando a su alrededor. Los rayos del sol deslumbran y cortan como cuchillos el sotobosque. Las zarzas trepan y se enredan en la maleza. Las ramas de los álamos blancos acarician las aguas tranquilas. Todo envuelto en un romance de frescura y ternura.
Una charca con aguas plácidas y transparentes, el fondo de cantos rodados y arenas de grano grueso. Unos pececillos juegan en los huecos y unas ranas con la mirada boba puesta en las libélulas.
La orilla cubierta por un manto de hierba fresca y frondosa. Donde pasta un caballo de crin zaina y bella estampa. Una mula castaña con las orejas tiesas y su cola aspavientan las molestas moscas del verano. Un borriquillo andaluz se revuelca en un suelo de arena fina, con las patas en alto y su cara alegre. ¡Qué felices se ven los tres, sin trabas, sin cabestros, ni vallas!
Bajo la Zorrera, en las compuertas de la presa Malpasillo, un ir y venir de palomas bravías. Se posan en las chorreras para refrescarse y buscan un recodo para anidar, en sus muros anchos y fuertes. Los que dan sombra a las Huertas Nuevas.
A un lado de la orilla, paredes de margas blancas, cubiertas de retamas, alcaparras y pastizales. Su cauce, una calzada con un firme de rocas, conglomerados y gravas. En la otra margen quedan los sedimentos arrastrados por el río. Se ha formado un bosque en galería por tarajes, álamos blancos y negros. A los olmos y los mimbres le acompañan un cañaveral impenetrable dando cobijo a las aves mosquiteras, los verderones, los jilgueros…
Bajo la Zorrera un paraje natural, un rinconcito creado por la naturaleza, donde el ser humano actúa y domina a su antojo.
DE PASO POR LA VIDA.
Leyendote parece como si estuviera en ese paisaje. Gracias Juan por compartir esta experiencia... Un abrazo
ResponderEliminarLo narras q consigues meternos dentro y vivirlo. Nuestro río era el de aquellos años como tú lo describes, una gozada
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