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Mostrando entradas de octubre, 2019

En Silencio

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Al pasar por el cementerio una voz interior me invita a entrar. No es obligación es necesidad. En la entrada principal una puerta de hierro de dos hojas. Su parte baja chapada y cogida con remaches a base de golpes de mazo. Arriba barrotes terminados en lanzas de punta fina, mirando al cielo. Pintada de color negro, negro de dolor. Cada vez que se abren las dos hojas un vecino, un amigo, un familiar lleva los pies por delante. Metido en un ataúd de madera noble. Va para un siglo abriendo y cerrando ¡Cuántos sin un día señalado y una fecha en el calendario! Voy recorriendo sus calles sin nombre ni números, en silencio y con respeto absoluto. Solo los estorninos y gorriones revoloteando y con su canto lo rompen. Están llenas de flores, unas del tiempo, otras de tela, de plástico hay muchas, no importa, todas tienen el mismo significado y ofrenda. Unas velas encendidas, unas llamas de “no te olvido”, hay momentos en que se desdibujan, figuras caprichosas que cambian con la

El Milagro Fallido

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Estaba en el rellano de la ermita de la Virgen de la Fuensanta en la aldea de Corcoya. Las campanas repicaban. Era el último toque para la misa de un difunto. Los familiares, amigos, compañeros y vecinos lo acompañaban. Sería su última visita al santuario, donde él fue tantas veces  acompañando a su virgen en la romería a pedir con devoción salud para su familia. Las bancas de madera estaban ocupadas y las puertas abiertas. La gente fuera en silencio. Yo, en el rellano, frente al altar de la ermita. El párroco dijo: “Sentaos” y tomé asiento en un poyete de obra rustica. Por un momento bajé la mirada al suelo. Bajo mis pies un hormiguero. El párroco decía: “Después de la muerte...” Yo  tranquilo observo a una hormiga que cargaba con una semilla en la boca. Estaba dando vueltas por el hormiguero. Se acercaba al agujero pero deprisa se daba la vuelta, una y otra vez. Repetía la misma escena, mientras todas alegres entraban con su alimento en la boca. Era la temporada de almacenar y llena

NORIAS DE AGUA (10ª PARTE)

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NORIAS DE NUESTRO ENTORNO MÁS CERCANO (VIII) Continuamos nuestro recorrido por las norias de nuestro entorno. Seguimos el curso del río, dejamos las Huertas del Duque y Badolatosa y nos detenemos en los Huertos del Remolino. Huertos del Remolino: Término de Badolatosa, margen izquierdo, perdida. Esta noria vertía el agua en una alberca rústica de madera y el agua discurría por canalillo de tierra y piedras. En su parte final le ponían una tablas de madera apoyadas en un pequeño muro para su distribución hacia las rigueras.  El último vestigio relacionado con la noria fue un muro de piedra, hasta donde llegaba el canal ya citado, que distribuía el agua, a la izquierda donde había una casa y que se conoce como el huerto “ Pitilleo ”, donde vivía la familia González Pineda y a la derecha para el resto de los huertos. En éstos, había cuatro casas. La última familia en marcharse de esta parte fue la familia González Ruiz, y lo hizo allá por el año 1966 . Mi agradecimiento a su hij

NORIAS DE AGUA (9ª PARTE)

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NORIAS DE NUESTRO ENTORNO MÁS CERCANO (VII) Continuamos nuestro recorrido por las norias de nuestro entorno. Seguimos el curso del río, dejamos Isla Quemada y nos detenemos en las Huertas del Duque y Badolatosa. Huertas del Duque: Término de Jauja, en su margen derecho está situada la noria. En cuanto a sus medidas son las siguientes, 16 m de diámetro, con una circunferencia de 50,24 m y el número de cangilones 64. A cada cangilón le cabían unos 25 l de agua. La noria tenía capacidad para sacar unos 1700 l por minuto, cuando estaba a pleno rendimiento. Estuvo funcionando hasta el año 1989-90. A partir de aquí, el agua para su riego se realizó a través de un motor de gasoil. En los últimos años de su actividad, regó las huertas de unas treinta familias, con unos 210 habitantes. Siendo su alcalde Epifanio Cabello Gómez, "Pelitos" y por tanto, la persona encargada de que la noria estuviera siempre en perfectas condiciones de uso. (Foto Adrián Ruiz) En Pico Ronco, en los

Bajo la Zorrera

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Sentado en un viejo tronco, arrastrado por la corriente del río y acopiado en una alameda de álamos blancos. Bajo su sombra; con mi mochila, mi bastón de campo, mi sombrero de paja y un suelo de arena fina. Envuelto por el silencio y la tranquilidad del sotobosque. Una pareja de tórtolas posaban en sus ramas y se arrullaban con sus picos. Unos ruiseñores cantaban y un viento suave hacía bailar las copas. Recuerdo la vereda estrecha, que bajaba a La Zorrera, cortando la pared de margas blancas. Un caminito escavado, paso a paso, por el hombre para cruzar el río.  Unas piedras en su cauce, acortando el camino. Hoy, las aguas corren  transparentes. Las algas se balancean en el fondo como una culebra y el cañaveral me saluda, como banderas al cielo.  Bajo la Zorrera las adelfas, las salicarias y el poleo silvestre nos envuelven con sus olores y aromas. Juncos y eneas forman parte del entorno y los pajarillos beben desconfiados mirando a su alrededor. Los rayos del sol des

NORIAS DE AGUA (8ª PARTE)

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NORIAS DE NUESTRO ENTORNO MÁS CERCANO (VI) Continuamos nuestro recorrido por las norias de nuestro entorno. Seguimos el curso del río, dejamos las Huertas de los Llanos y nos detenemos en Isla Quemada. Isla Quemada: Término de Badolatosa , margen izquierdo, perdida. Sus cimientos y gente que vivió allí dan fe, como por ejemplo, el vecino de Badolatosa, Manuel Pineda Pino. Esta noria vertía el agua en su Añaclí, que estaba unido a un canal de madera, de unos cuarenta metros y estaba sostenido por unos palos de madera, en forma de doble escalera. A continuación, el agua pasaba a un muro de tierra, de unos ochenta metros, con su canal de gravilla y cemento, para terminar por canalillo de tierra. El desnivel de los canales de la noria iba de mayor a menor, por estar ubicada en un terreno con un poco de pendiente. El agua llegaba a la riguera y se distribuía a izquierda y derecha.   (Foto cedida por Rafael Reyes de Jauja) Como todas las norias, disponía de una trampilla para cort