El Cerezo de las Huertas de la Manga (2ª parte)
Pasaron los años y el cerezo escondido entre romeros, retamas, coscojas y lentiscos, fue criando y ganando altura y espacio, como un almendro silvestre. Era un cerezo muy especial. Preguntaba por todo, pero nadie le contestaba. Un día de primavera pasaba una abeja revoloteando de flor en flor. Aprovechando que se acercaba le preguntó: “¿Quién eres tú?”. “¿Quién soy yo?”. Tanto insistía que la pobre abeja le respondió: “Yo soy una abeja obrera. Voy recogiendo el néctar y el polen de las flores para fabricar la miel. La comida de mi colonia en época de escasez. Sin darme cuenta, voy polinizando las flores. Un trabajo que tiene su recompensa, dando origen a nuevas semillas y frutos. Vivo en una colmena con miles de obreras como yo. Tenemos los zánganos, responsables de la seguridad. Una sola Reina, que se alimenta de polen y néctar. En la temporada de puesta llega a poner unos mil huevos por día. Cuando empiezan a nacer las larvas, las abejas nodrizas las van alimentando con jalea real.