Cultura y Educación (Capítulo I)
Un día más voy con prisas, por la mañana temprano, camino del colegio acompañado de mis hermanos. En la mano el cuadernillo de caligrafía, un lápiz de carboncillo y una goma de borrar. No recuerdo de llevar sacapuntas ni carpeta. En el patio del colegio nos colocamos en fila como vamos llegando. A las nueve en punto nos alineamos con el brazo extendido para guardar la distancia igual que en el ejército para izar la bandera y cantar “El cara al sol”. Terminado este acto cada uno a su clase. Las niñas por un lado y los niños por otro. Por aquellos años los colegios eran mixtos. La educación era obligatoria hasta los catorce años. De nueve de la mañana a la una del medio día y por las tardes de tres a cinco. Los castigos eran una cosa normal, con motivo o sin él, por un descuido de no estar atento a la lección, por no tener buen comportamiento o no hacer los deberes, tienes que copiar cien veces “no hablaré en clase”. El maestro con la regla de madera te obligaba a estirar los brazos